Una vez me preguntaron, ¿Qué es el Ego?

Y sin que me den tiempo a pensar, respondí: el ego es como un trajecito que nos ponemos cuando estamos ante un Otro (con mayúsculas).

Nuestro Ego no tiene números, ni formas fijas. Nuestro Ego puede ser uno, o mil, y se va a transformar continuamente, dependiendo quién lo esté observando, o con qué esté interaccionando.

Si no lo conocemos, ese Ego va a poseernos y va a actuar automáticamente en nosotros, ya que la función del Ego es la supervivencia, mantenernos a salvo, y por eso trabaja con todos esos mecanismos automáticos. Nuestro Ego crea las defensas que pueden ser también las mismas corazas y barreras que no nos permitan conocer ni relacionarnos desde la verdadera Esencia.

Nuestro Ego va creciendo y evolucionando igual que crece y evoluciona nuestra consciencia: Tu te vuelves más grande, el ego se vuelve más grande; tu te vuelves más sabio, el ego se vuelve más astuto.

Conocer nuestro Ego, nos permite transformarlo en un aliado útil, entender su accionar para predecirlo. Cuando se logra rasgar ese velo del Ego, eliminando las defensas, mostrando un pedazito de esa Esencia tal cual es, sin nada que agregar y quitar, cuando uno realmente se anima a ser lo que es, es estar desnudo y vulnerable, es dejar esos trajes para mostrarse como se es, sin necesidad de máscaras.

Entonces, en ese momento en que se eliminan las defensas, mostramos al Otro la cantidad de trajes, máscaras, corazas y barreras que tiene activas y puestas, y que además ya no sirven, ya no tienen utilidad ante instante de desnudez; como en un encuentro de total intimidad.

Ahí es donde quedan solo dos opciones: que quien nos ve desnudos se desnude, y el encuentro se realice. O que huya, obligándonos a vestirnos.

Nuestro Ego no tiene números, ni formas fijas, como la Esencia.

Nuestro Ego puede ser uno, o mil, y se va a transformar continuamente, dependiendo quién lo esté observando, o con qué esté interaccionando, como una obra de Arte.

Vale más un segundo de desnudez, que una vida entera detrás de una máscara.

Gabriel Lumière

Fuente: https://planosinfin.com/